Cuando alguien se acerca por primera vez al kintsugi, suele traer una idea bastante idealizada de la laca urushi: algo exótico, misterioso, casi mágico. En los talleres, una de las primeras cosas que intento aclarar es que el urushi no es mágico, pero sí es un material extraordinario, y sobre todo exigente. Para trabajar con él hay que entender qué es, cómo se comporta y por qué impone un ritmo muy distinto al que estamos acostumbradas en Occidente.
La laca urushi no es un barniz ni una resina sintética. Es la savia del árbol Toxicodendron vernicifluum, recolectada mediante incisiones muy controladas en el tronco. Esa savia, una vez filtrada y preparada, es el material base de toda la tradición de la laca japonesa, incluida la reparación kintsugi.
El urushi no seca, cura
Este matiz es fundamental. El urushi no se seca por evaporación, como un acrílico o un esmalte industrial. Cura mediante un proceso de polimerización en presencia de humedad y oxígeno. Es decir: necesita un ambiente húmedo para endurecer correctamente.
Por eso en la tradición japonesa se utiliza el muro, una especie de cámara de curado donde se controla la humedad (habitualmente entre el 70 % y el 90 %) y una temperatura estable. Cuando el urushi no cura bien, no es porque “esté mal”, sino porque las condiciones no son las adecuadas.
Este punto suele sorprender mucho al alumnado: la humedad, que normalmente es el enemigo de tantos materiales, aquí es la aliada.
Capas finas y paciencia
Otra idea que conviene desmontar desde el principio es la de “dar una capa y listo”. El urushi se trabaja en capas muy finas, casi imperceptibles, y cada una necesita su tiempo de curado. Aplicar demasiado material de una vez suele provocar superficies pegajosas, mal curadas o frágiles.
El kintsugi tradicional no es lento por capricho: es lento porque el material lo exige. Forzarlo es casi siempre contraproducente.
Tipos de urushi en el kintsugi
En la reparación tradicional se utilizan distintos tipos de urushi, no porque sea un ritual complejo, sino porque cada fase necesita una respuesta diferente del material.
- Ki-urushi (urushi crudo): es la base de todo. Se usa mezclado con otros materiales para adhesivos y masillas.
- Urushi para capas intermedias: ya filtrado y preparado, permite sellar, nivelar y preparar la superficie.
- Urushi de acabado: más fino, pensado para recibir el metal o quedar como capa final visible.
Entender esto ayuda mucho a no frustrarse: no todo el urushi sirve para todo.
Adhesivos y masillas: el urushi mezclado
En kintsugi casi nunca se usa el urushi solo. Se mezcla para adaptarlo a la función que necesitamos:
- Mugi-urushi: mezcla de urushi con harina. Se usa para pegar fragmentos. Es fuerte, flexible y reversible dentro de ciertos límites.
- Sabi-urushi: urushi con polvo fino (normalmente tonoko). Sirve para nivelar pequeñas lagunas y preparar superficies.
- Kokuso: una masilla más gruesa, con fibras y polvo, pensada para rellenar volúmenes mayores.
Estas mezclas no son fórmulas secretas, sino soluciones técnicas nacidas de siglos de práctica.
Trabajar con urushi hoy
Usar urushi hoy, fuera de Japón, implica adaptarse. No siempre tenemos un muro tradicional, pero podemos crear microclimas adecuados. Lo importante es comprender el principio: sin humedad no hay buen curado.
Cuando el alumnado entiende esto, cambia completamente su relación con el proceso. El kintsugi deja de ser una “manualidad bonita” y pasa a ser lo que es: un oficio preciso, silencioso y profundamente material.