Una de las mayores fuentes de confusión cuando alguien empieza en kintsugi es el lenguaje. Aparecen palabras japonesas por todas partes —mugi-urushi, sabi-urushi, kokuso, tonoko— y da la sensación de que hay que memorizar un vocabulario exótico para poder reparar una pieza.
En realidad, estos términos no complican el proceso: lo aclaran. Nombran acciones muy concretas. Entenderlos es entender qué estamos haciendo en cada fase de la reparación.
No todo es “pegar”
En kintsugi distinguimos claramente entre varias acciones:
- unir fragmentos,
- rellenar lagunas,
- nivelar superficies,
- sellar,
- preparar para el acabado.
Cada una requiere una mezcla distinta.
Mugi-urushi: unir lo que estaba separado
El mugi-urushi es probablemente la mezcla más conocida. Se obtiene combinando urushi crudo con harina (tradicionalmente de trigo). Su función es pegar fragmentos cerámicos.
¿Por qué no usar cola moderna? Porque el mugi-urushi:
- crea una unión fuerte pero ligeramente flexible,
- envejece bien,
- es compatible con el resto del proceso,
- permite reparaciones posteriores.
No es un pegamento rápido, pero sí coherente con la lógica del kintsugi.
Tonoko y sabi-urushi: preparar la piel de la herida
El tonoko es un polvo mineral muy fino. Mezclado con urushi da lugar al sabi-urushi, una pasta utilizada para:
- rellenar pequeñas imperfecciones,
- nivelar superficies,
- crear una base lisa antes del acabado.
Es una fase muy silenciosa del proceso, pero decisiva. Un mal sabi se notará siempre.
Kokuso: cuando falta materia
Cuando la pieza ha perdido volumen —un borde roto, una esquina ausente— se utiliza kokuso. Es una masilla más robusta, que puede incluir fibras vegetales o polvo más grueso.
El kokuso no busca perfección estética inmediata, sino reconstruir estructura. Después vendrán capas más finas.
Un lenguaje funcional
Estos términos no existen para impresionar. Existen porque permiten pensar con precisión. En el taller, cuando el alumnado empieza a llamar a cada cosa por su nombre, el proceso se vuelve más claro, más ordenado y, curiosamente, más tranquilo.
El kintsugi no es un misterio: es un lenguaje técnico bien afinado.